Una y mil veces


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Mi maestra pudriéndose en el recuerdo de haber sido la primera persona que me puso un apodo hilarante. Mi madre transmitiéndome toda su inseguridad (madretransmitiendo). El puto reloj que nunca puede hacer que se atrase el día. La sensación de haber tomado siempre las decisiones erróneas. Un squatter (mi almita) entrando en su propia casa a intentar tomarla. Las novias que pudieron ser y nunca fueron. La mujer que me hizo sentir por primera vez esa mierdosa sensación de «te odio hija de puta, pero no puedo vivir sin vos». El día que decidí dejar todo de lado (díadecisión). Mi planta de naranja-lima, sin las frutas ni el libro (que es una mierda, lo sabés). El auto que choqué contra la plaza (dolor de muelas, Nory? ). Viviana, la Bika, mi hermana de sangre en serio, salvándome de un triple infarto. Viviana, la Bika, esta vez deshaciéndose en las trampas de su zotacabe. El cabe Matwiczyk y un bajo Ibanez colorado corto. Coleman, Coleman, Coleman. Siete delfines en serio, en vivo y cogiendo mi cerebro. La música importante y toda la otra también. Piazzolla y Spinetta en el mismo cenicero. El cenicero de Marina Pasquini. Los recuerdos que recuerdo y los que nunca sucedieron (sí, poligonal). La inmediatez de los sucesos de mierda, amontonados entre sí. La mujer perfecta no existe, pienso; sólo existe la memoria. El amor no existe, digo; existen soledades que se juntan y potencian. Y luego la costumbre. Y también los gusanos en mi espíritu.Te extraño, putita. Sin vos el aire sigue siendo insoportable, aunque llene de vida esta muerte que sigo siendo.

Una respuesta to “Una y mil veces”

  1. […] “…los recuerdos que recuerdo y los que nunca sucedieron (sí, poligonal). la inmediatez … […]

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