Tengo miedo de dormirme.
Del cielo azul oscuro,
cerrado como culo de muñeca,
de los amaneceres tornasol
en cualquier calle siniestra;
tengo miedo de los culos,
de las tetas,
tengo miedo de los cuerpos
en continua,
perpetua
descomposición.
Tengo miedo de dormirme
porque sueño
que sueño
que todo se va,
que nada espera.
Y prefiero diez mil veces este insomnio
a soñar que vivo en una guerra,
a ver mi alma que se apura,
que se va
que ya me deja,
o morder mis dientes
sin siquiera darme cuenta,
mientras sueño que soñaba
en «nada más»,
en «nada queda»;
mientras sueño que soy eso
que no alcanza
y que desespera.
Mientras me convenzo de que soy
nada más que la desilusión.