Lo otro son giladas:
un par de ataques de pánico
(panic attacks, para los chetos)
y la loquera sonriendo,
disfrutando
mientras firma las recetas,
porque sabe,
siempre supo
que vos
y otros tantos como vos
son solo una mínima porción
de su dinero.
Lo jodido
son los sueños
sin dueño
que no podés separar de la vigilia,
esa otra angustia
que controlás a duras penas
porque desconocés,
no tenés ni puta idea
de hacia dónde va la vida
y por qué es que nunca
lo hace en línea recta.
Así que tal parece
que aquí se acaba el cuento este.
Pero esperá, que el colofón
son las desesperaciones
que no ubicás
entre los muchos miedos cotidianos,
que no sabés de dónde
mierda vienen.
Hay tantas cosas de vos mismo
que aún desconocés…
Así que, ¿por qué tendrías que saberlo?
No quieras entender. No intentes entender.
Mejor quédate con el vuelto.