En los vagabundos adviértese la carencia de
caracteres físicos (como senos frontales, mandíbulas
voluminosas), que pudieran tomarse
como signos de energía y la presencia, por el
contrario, de otras anomalías (las hernias, por
ejemplo), reveladoras de debilidad física y moral.
«Los Criminales» – Césare Lombroso – 1876
Andá a caminar por Duarte Quirós a las 5 de la tarde de un día de semana si, por causa o maldición del azar o de tu vieja, se te ha ocurrido nacer con piel oscura, ser bolitaperucaparaguayo, o tenés el labio inferior un poquitito prominente, o ropa vieja, o estás sucio, o por casualidad andás sin documento o tenés el mal orto de vivir en Las Violetas o Los Álamos…!
Ellos siempre están ahí, y en el mismísimo momento en que te sentís tranquilo, seguro y bien cuidado se te viene encima la jauría de pitufos, la jauría de no sé quiénes, no sé cuándo y las manos contra el movil, y qué andás haciendo por aquí y ésas zapatillas, adónde las compraste y vení conmigo y a comerse el viaje de una noche de placer al paraíso, botas, gritos, risas y «efectos personales extraviados».
Los azules siempre están.
Andá sabiendo: esos señores que han pasado a cada rato por tu casa, si estuviste sentado en la vereda, no es que anden de paseo.
En realidad, te están fichando.
Ellos son los dueños verdaderos, de ellos es tu de-ene-i , los cordones de tus zapas, tus muñecas, la poca dignidad que te ha ido quedando.
Al caer y rodearte, como rodean las hienas rodean un cadáver que se pudre, comienzan las preguntas de rutina, las sonrisas cínicas, las forreadas, los malos tratos.
Si estás parado contra el móvil y sentís que se te hiela hasta el upite y las gambas te están temblando, ni se te ocurra confesarlo. No hay nada más cómico para ellos, libres portadores de juguetes caros, que un pibito que se mea de miedo en una esquina.
No hay nada que les cause más placer que «jugarse la vida» contra un pibito al que forrean porque está sentado en el cordón de la vereda, tranquilo, fumando.
Y preparáte si por casualidad querés saber qué has hecho, de qué te están acusando!
Es un insulto, un desafío a la autoridad que representan, una burla, un agravio!
Ese es el pase directo a un viaje a lo inesperado. Resolvélo en la Primera o en la Cuarta, en Nueva Córdoba, y después, sin escalas, directo a la Alcaidía, a doscientos mil kilómetros de casa y sin nadie que te ayude.
Resolvélo vos solito contra el mundo. A lo macho.
Y desconfiá del que la juega de buenito. Ése es el que se queda con tus cosas, las monedas, los cospeles, los puchos. Y si entraste con algo de valor, alpiste. Ya te podés ir olvidando.
El buenito es el que te dice que podría ser peor, que qué suerte que tenés que no fuiste directo a leonera, con violetas, pungas, chorros de caño. Y cuando entrés en confianza dejá eso acá yo te lo cuido hasta que vuelvas, te lo entrego cuando salgas, andá tranquilo, ñato.
Olvidáte.
El buenito es el peor bicho de ahí adentro. Porque no tiene ni pelotas. Está ahí porque nunca tuvo aguante.
Seguro que lo pasan. Seguro que la mujer tiene otro guaso.
Y si te pudiste bancar pasar la noche entera entre olor a mierda, meos, vaguitos que gritan cagándose de risa, si te bancaste el cagazo de lo que has vivido y salís para contarlo, que no se te ocurra hacer demanda, que no se te ocurra recordar el nombre de los que te levantaron!
Ese es el abono gratis para todo el año, la suscripción al club nocturno azul, la ficha de inscripción, el pase inmediato.
Asi que mejor esperá que cambie la historieta, que se muden o que asciendan, o los trasladen a otro barrio.
Y tranqui. Olvidáte, hasta que a otro se le dé por preguntarte por qué no sos tan rubio, por qué no has ido al trabajo o a la escuela. Por qué no estás tan bien vestido ni arreglado.
Si leíste esto y todavía no viviste lo que digo, te aconsejo que camines con cuidado.
Si te parece que esto ha sido como un puto dèja vú, yo te saludo:
«Bienvenido al Club de Don Lombroso»
Y buena suerte, chango.