en la canción que están pásando por la radio, se escucha una minita cantar:
«no se necesita respirar para documentar que estamos vivos.»
yo pienso en todas esas veces que me quedé despierto por las noches, mirando a través de la ventana, tratando de separar las cosas muertas que desfilaban por la calle, a las cuatro o a las cinco de la mañana, tratando de separarlas de algo que esperaba que pasara y que (para mí) fuera mejor, que valiera la pena, que me dejara cosas que no fueran otra peli de terror. pienso en las cosas que soñaba ver llegar por la vereda y golpearme la ventana. pienso en todas las veces que cerré los ojos y me despertaron los primeros autos que pasaban por la calle, ya de día, en la mañana, y en cómo lamentaba una noche más, perdida, esperando algo que supuse que nunca iría a alcanzar.
a pasitos de la terminal están mis sueños. un boleto en micro hacia ningún lugar y las anisas de volver a comenzar
o en una tarifa bien cobrada hasta el aeropuerto taravella está la ida. la salida.
partir.
viajar.
llegar.
a quién le habré contado de esos sueños que tenía y nunca pude concretar? y cuántos son los días que lloré por esas cosas que se habían terminado sin poderlas comenzar? quiénes son los que llegaron hasta mí con una lágrima igual y una caricia? y quiénes son los que vinieron a mirar que estaba roto y desarmado y nada más?
en colón y general paz está la vida. la misma gente que camina y que ama, llora, cree, vive, odia, besa y que celebra la emoción constante de la vida, la emoción constante de sentir que afuera todo es vida porque se han permitido el lujo de creer que es cierto, que están vivos por el sólo hecho de salir a caminar.
en colón y general paz está la gente que no quiero ni mirar.
y aquí dentro, en la canción que están pasando por la radio, se escucha una minita cantar:
«no necesitamos nuestros huesos para saber que ya nacimos. no necesitamos estar juntos, estar bien, sufrir, amar. no necesitamos olvidar»
aquí dentro siento el peso de mis huesos, cada vez más muerto, más enrarecido el aire que respiro, más pesados los caminos por andar.
amanezco una y otra vez bajo mi piel y sin remedio; lo bueno no viene más a mí, si no es en frasco chico y a un mal precio, y lo que pago por la tranquilidad y los silencios me aleja de las cosas que, me dicen, debería conocer.
y conocerme? y saber quién soy o quién he sido? y saber si acaso alguien calmará este error de haber nacido?
lo sé;
nadie borrará las manchas. nadie apagará los gritos. nunca olvidaré los ruidos, los pasos, los latidos que escuché detrás de cada mundo, de cada habitación en la que estuve.
detrás de cada pared otra pared.
«no se necesita respirar para documentar que estamos vivos. no necesitamos nuestros huesos para saber que ya nacimos. no necesitamos olvidar.»